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ENTRE LA RESISTENCIA Y EL MARTIRIO

Abril Chantal Collada
04 Jul. 2025
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EL MUNDO QUE NO VEMOS: LA CARA OCULTA Y LA SOBERANÍA EN EL ISLAM

Se repite con frecuencia la identificación del musulmán con el yihadista. En los últimos años, algunas organizaciones islamistas han ingresado con fuerza a las listas internacionales de grupos terroristas. La condena a muerte de Sayyid Qutb —considerado el “padre” del islamismo radical o fundamentalismo islámico— por su pertenencia a los Hermanos Musulmanes forma parte de la memoria histórica del islam político. Que Hamas haya ganado elecciones democráticas en Gaza en 2006 generó sorpresa y escándalo, sobre todo teniendo en cuenta el contexto global tras el ataque a Israel del 7 de octubre de 2023.

Dentro del islam político pueden distinguirse diversas opciones, desde posturas internacionalistas hasta corrientes nacionalistas. En el caso de Hamas-Al Qassam, existe un marcado nacionalismo de carácter étnico y religioso, similar al que se observa en la República Islámica de Irán. Sin embargo, a diferencia de esta última, Hamas-Al Qassam desarrolla en Gaza una estrategia centrada en combatir principalmente al enemigo externo, en lugar de priorizar la lucha interna, al igual que ocurre con ciertos nacionalismos laicos. Por eso funciona como una yihad —sobre cuyo significado volveremos— que busca liberar territorios considerados usurpados al islam (como Palestina, Afganistán o Cachemira), antes que derrocar a gobernantes musulmanes autoritarios.

El islam, en su historia, se expandió por Europa a través de avances tecnológicos en agricultura, sistemas de riego, navegación, brújulas, pólvora y la adopción de la numeración arábiga, mostrando así una notable capacidad de asimilación y acumulación de conocimientos. Esta misma capacidad de involucrar a toda la sociedad aparece reflejada en la concepción y la práctica de la yihad.

¿Qué es la yihad?

La palabra yihad significa “esfuerzo” y se relaciona con la propagación del islam. Este esfuerzo se concreta en dos formas: la yihad mayor, entendida como el esfuerzo moral para mejorar uno mismo, y la yihad menor, que consiste en transformar el entorno mediante la acción práctica. Dentro de la yihad menor, la jurisprudencia islámica distingue a su vez dos tipos: la defensiva, que se proclama cuando el territorio de la comunidad islámica (umma) es atacado y su supervivencia está en riesgo; y la ofensiva, que implica atacar territorios no musulmanes.

El islamismo más radical surge tanto de la defensa armada como de la implementación de fórmulas novedosas de organización social, creando estructuras que funcionan como un Estado dentro del Estado.

Hamas, desde su origen, fue una organización creada para y desde Gaza. Cuando ganó las elecciones en 2006, pretendía gobernar solo en la medida en que eso contribuyera a su proyecto político de resistencia. Hasta el 7 de octubre de 2023, Hamas mantuvo un programa relativamente integrador con Al Fatah, aunque siempre consideró que el proyecto de Al Fatah representaba una forma de capitulación palestina. Durante ese tiempo, Hamas logró contener y moderar incluso a grupos como la Yihad Islámica y la Brigada de Al Quds (Jerusalén en árabe). Sin embargo, esa moderación solo terminó consolidando un apartheid cada vez más cruel y cada vez más legitimado a nivel internacional.

El islam político

En el siglo XXI, el islam se encuentra dividido en Estados nacionales, lo que genera tensiones entre una identidad religiosa y otra de tipo político. Con excepción de algunos países musulmanes (Arabia Saudita bajo el wahabismo, Irán, y ciertos Estados del Golfo), la sharia o jurisprudencia islámica (fiqh) no constituye el sistema jurídico dominante; en la mayoría de los casos, rige el derecho positivo moderno. La misma idea de Estado supone una separación entre religión y política que, para muchos musulmanes, fragmentó a la comunidad islámica en un orden que ya no responde ante quienes deben obedecerlo.

Para estos sectores, la umma —la comunidad islámica— debería ser restaurada mediante la ayuda mutua, la protección y la unidad político-religiosa. Este proyecto choca con los fracasos de la política islámica tradicional. Aceptar el islam como una potencia política y religiosa implica reconocer que parte de ese proyecto sigue siendo indomable para Occidente, aunque este aspire a controlarlo.

Desde la mirada occidental, el Estado es la creación humana más perfecta, mientras que para muchos musulmanes el islam político representa el auténtico principio que debe gobernar el mundo. Estas diferencias marcan también el modo en que se concibe al Estado como representante de la voluntad divina en la Tierra.

Si observamos experiencias como Turquía, Bangladesh, Indonesia o Malasia, encontramos democracias gobernadas por partidos no islamistas, pero de inspiración islámica. Aunque el término “democracia musulmana” puede resultar etnocéntrico, refleja sistemas políticos que incorporan valores islámicos a su programa, sin imponer la sharia de forma integral. En contraste, la ideología religiosa puede volverse política dependiendo de las circunstancias, donde el islamismo se convierte más en un escenario de disputa social que en una mera cuestión de fe.

Para referirse al islam político, se utiliza la expresión al islam alsiyasi; a los islamistas, se los denomina al islamiyyun. Estos últimos colocan a la umma en el centro de su visión y subordinan el Estado a sus principios, modificando los fundamentos del monopolio de la violencia legítima.

Una brigada islamista y el ejercicio de la soberanía

La Brigada Al-Qassam, brazo militar de Hamas, actúa en Gaza de forma oficial desde 1986, y antecede incluso la formación política de Hamas. Tras la retirada israelí de 2005, la Brigada consolidó un control efectivo sobre Gaza, ejerciendo soberanía de facto: tiene la capacidad de castigar, disciplinar y hasta ejecutar, administrando la población local y conteniendo a otros grupos como la Yihad Islámica.

Su objetivo estratégico se enmarca en la liberación nacional y la recuperación de la Palestina histórica, entendiendo la yihad y la resistencia armada como las herramientas más efectivas para lograrlo. En su programa, las Brigadas mantienen una relación de integración con la dirección política de Hamas, pero conservan cierta autonomía en el ámbito militar. Esta autonomía, junto con su capacidad de adaptación a las condiciones cambiantes de Gaza, constituye la base de su legitimidad.

Los combatientes de Al-Qassam se identifican como muyahidines, un término que sintetiza su identidad profesional e ideológica. Los discursos del portavoz militar Abu Obaida reflejan esta dimensión religiosa, exaltando el martirio como vía directa al paraíso, sin necesidad de rituales funerarios (abluciones o rezos específicos), pues la fe del mártir ya ha sido probada.

Para estos combatientes, el martirio (shahid) no implica necesariamente matar, sino también morir resistiendo. Un niño muerto en un bombardeo puede ser considerado mártir. Sin embargo, ser muyahidín implica el uso de la fuerza para defenderse y para atacar al enemigo, asumiendo la muerte como una posibilidad constante y casi naturalizada.

El ingreso de mujeres a las Brigadas aporta un matiz interesante: la primera combatiente mujer, Rim Saleh Al-Rishi, en 2004, fue aceptada inicialmente por su condición de madre, aunque luego se incorporó de forma plena como muyahidina.

Formación y organización interna

La Brigada Al-Qassam se erige en garante de una soberanía étnica, religiosa y nacional amenazada, ejerciendo una autoridad de facto. Para ser muyahidín en Gaza, no basta con la voluntad de combatir: es necesario adaptarse, resistir y asumir la identidad profesional que implica fuerza física, precisión táctica y un sentido de pertenencia, más allá de ideales masculinos, para diferenciarse de otros grupos yihadistas.

El proceso de incorporación a la Brigada incluye la adquisición de habilidades prácticas, entrenamiento, desfiles, control de personas, discursos públicos y contacto con la prensa, como parte de un dispositivo pedagógico que moldea la conducta de los nuevos integrantes.

Un caso destacado es el “Grupo Sombra”, la unidad de élite responsable de custodiar prisioneros enemigos, como el soldado israelí Gilad Shalit. Según la propia Brigada, los combatientes de esta unidad son seleccionados a partir de estrictos criterios y numerosas pruebas de aptitud. Su misión consiste en garantizar el trato digno de los prisioneros según los principios islámicos, mantenerlos fuera del alcance del enemigo y evitar su localización.

En la práctica, los muyahidines reciben un entrenamiento moral destinado a inculcar disciplina, obediencia y liderazgo, incluso dentro de una estructura relativamente descentralizada como la de Hamas. La Brigada promueve la responsabilidad individual de cada combatiente sobre sus acciones y su compromiso con la comunidad.

El concepto de mártir en el islam

En el Corán no se fomenta explícitamente la búsqueda deliberada de la muerte. La aleya 3:169 (“No penséis que quienes han caído por Dios están muertos; al contrario, están vivos junto a su Señor”) subraya que el mártir no muere en sentido pleno. La tradición chií consolidó la figura del mártir con Ali —asesinado en 661— y, sobre todo, con Huséin, nieto de Mahoma, muerto en la batalla de Kerbala (680), cuya memoria se conmemora en rituales de penitencia.

Este culto al martirio fue aprovechado políticamente durante las protestas contra el sha de Irán en 1977-1978 y en la guerra Irán-Irak (1980-1988), cuando se crearon fundaciones para asistir a las familias de los shahids. En la actualidad, el término shahid suele abarcar a cualquier persona caída en defensa de una causa, más allá de la religión. Este significado más amplio difiere de muyahidín, ligado específicamente a la práctica de la yihad.

La secularización del Estado y de Occidente permitió escapar a los principios atávicos que priorizan la comunidad por encima de la institucionalidad estatal. Sin embargo, en Oriente Medio persisten elementos como la etnia, la religión y la nación, que mantienen viva la reorganización de la umma mediante la conjunción de islamismo y nacionalismo, ya sea territorial, confesional o étnico. Afganistán constituye un claro ejemplo de esa tensión, en donde la sociedad se sobrepone al Estado como elemento central de cohesión. ///// DB

Disclaimer. Contenido libre de financiación del Departamento de Estado.
Escribe: Abril Chantal Collada
04 Jul. 2025
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