La pesada herencia
Podría ser una de esas historias que, digamos, Netflix estrena viernes por medio y dominan un par de días la discusión en las redes sociales hasta esfumarse de la memoria colectiva para volver con un poco más de fuerza a poco de la aparición de una nueva temporada. Podría haber sido la respuesta estadounidense a The Crown. Hay un patriarca, Joseph, nieto de un inmigrante irlandés, católico en un país de larga tradición anticatólica, el primero de su clan en ir a Harvard, con ambiciones que van mucho más allá de su Boston natal. A pesar de la resistencia de la casta WASP, se abre camino en la política de su estado y en el Partido Demócrata. Al mismo tiempo, demuestra ser un empresario implacable y un inversor brillante: predice el crash de 1929 y, en plena Gran Depresión, acumula una fortuna que hoy equivaldría a miles de millones de dólares. Con parte de ese patrimonio garantiza que ninguno de sus nueve hijos tenga que trabajar nunca en la vida; el resto lo usa para convertirse en una figura central del poder de Estados Unidos: fue el primer director de la SEC y luego llegó a ser embajador en el Reino Unido y productor de Hollywood. Aunque aspiraba a la presidencia, sus negocios y las enemistades que acumuló en su ascenso al poder lo hicieron imposible. El sueño, no obstante, persevera y lo hereda su primogénito: Joseph Jr., criado para llevar el apellido Kennedy a lo más alto. Pero en 1944, Joseph Jr., piloto de la marina, muere en combate en el Canal de La Mancha. La primera temporada de esta serie que no existe podría terminar en Camelot, la residencia familiar, con Joe Sr. recibiendo la noticia más terrible y un corte a un plano de su segundo hijo, John, héroe de guerra, recuperándose en un hospital de Massachusetts de una herida recibida en combate.
Así como las ambiciones pasaron de una generación a otra, ahora el movimiento será lateral: John F. Kennedy llegará a la presidencia en 1961. Son los años dorados de los Kennedy, y podemos avanzar rápido: esta parte de la historia es bien conocida y, además, existe una miniserie bastante berreta de 2011 (Greg Kinnear hace de JFK), pero la nuestra será mejor. Confíen. JFK, Jackie O., Joseph como power broker de su hijo armando el gabinete, colocando a Robert, otro de sus hijos como fiscal general pese a su nula experiencia, la invasión a Bahía de los Cochinos, Marilyn Monroe cantando happy birthday, mister president, las tensiones raciales, la liberación de Martin Luther King, la crisis de los misiles, una parada en Dallas y un magnicidio que sigue obsesionando al planeta (vamos a elipsar esa conspiración por un rato). Otro final de temporada: con su hermano mayor muerto, Robert le informa por teléfono al vicepresidente Johnson que debe asumir la presidencia ya mismo. Él, que iba a suceder a su hermano después de su segundo mandato, sabe que los tiempos se aceleraron y en las próximas elecciones él será el candidato a la Casa Blanca. El sueño de los Kennedy sigue vivo.
Esta serie que venimos imaginando necesita un poco de foreshadowing, un guiño que anticipe lo que vendrá en el futuro, y por eso en la segunda temporada JFK recibe en el Salón Oval a uno de los ¡once! hijos de Bobby: Robert Jr., un fanático de los animales que le regala a su tío el presidente a Sarlach, una simpática salamandra que encontró en un estanque. Sarlach se quedará en una fuente de la Casa Blanca y hay fotos de la visita.
Netflix suele cancelar las series después de la tercera temporada, así que habrá que meter todo en esta última: Bobby, entonces senador, es asesinado en junio de 1968 en el hotel Ambassador de Los Ángeles a tres meses de ser nominado como candidato de los demócratas a la presidencia. Poco más de un año después, Ted Kennedy, el benjamín de la familia, también senador, protagoniza un accidente misterioso que deja una víctima fatal en la isla de Chappaquiddick y trunca sus posibilidades de ser el candidato presidencial demócrata. Ahora sí, parece que el sueño de Joe Kennedy terminó. Esto pasa en julio de 1969 y Joe muere en noviembre, así que ahí tenemos el grand finale de nuestra serie, que nos sirvió como excusa para hacer un incompletísimo y amable resumen de lo más parecido que tuvo Estados Unidos a una familia real. Un clan marcado por el éxito, la ambición y también por una cantidad imposible de tragedias que, además, seguirán en el tiempo. ¿Es una exageración decir que la historia de la familia Kennedy es la verdadera Gran Novela Americana?
Como sea, después del final abrupto del proyecto de poder, quedan los hijos, educados por las madres, las tías y la abuela, porque los padres estaban ocupados manejando el país y viviendo romances. Esta nueva generación nació y se crió con la hegemonía nacional absoluta de la familia, con uno de los hijos como presidente y los otros dos como posibles sucesores. En menos de una década solo quedan las cenizas del plan maestro de Joe Sr. y una fortuna incalculable: son los príncipes de una dinastía terminada, los herederos de un sueño roto.
Los años salvajes
Postergado por sus padres, quienes tomaron el liderazgo de la familia tras el asesinato de JFK, Robert Francis Kennedy Jr. (1954) pasaba su tiempo obsesionado con los animales. La fortuna familiar le permitía tener una colección de caballos, serpientes y además recibir de contrabando especies en peligro de extinción de otros países.
Robert padre estaba convencido de que el privilegio que había tenido la vida con su familia los obligaba a elevarse para conducir los destinos del país, y compensaba la ausencia de su hogar con regalos para su hijo. Bobby Jr. tenía 11 años cuando le dieron un halcón para animarlo durante la recuperación de una pierna que se había fracturado saltando de un techo. Ahí nació su amor por la halconería, que sigue practicando hasta el día de hoy. Todos sus compañeros de la escuela y la universidad recuerdan a Morgan Le Fay, su halcón (una ironía irresistible para los conocedores del mito artúrico), ya que Bobby Jr. rara vez se separaba de ella. Su padre no terminaba de estar convencido del nuevo hobby y le preocupaba especialmente su alimentación a base de pichones, así que acordaron una regla: si un pichón lograba esquivar dos veces a los embates del halcón, debían dejarlo vivir. Con el tiempo RFK Jr. desarrolló un método más práctico que su prima reveló: batidos de cadáveres de pichones y ratas para alimentar a la mascota.
En la escuela solía ser sancionado por mala conducta junto a su hermano Joe. Nunca fue un gran alumno y no le interesaban los deportes. Prefería jugar con su halcón. El duelo de Bobby ante el asesinato de su padre fue poco ortodoxo. A una semana del funeral, le puso laxante a la leche y envenenó a toda su familia. Convencida de que necesitaba disciplina, su madre lo expulsó de la casa y lo inscribió en una escuela militar. Le encomendó su cuidado a Lem Billings, un amigo de JFK y de la familia, que se convertiría en lo más parecido a una figura paterna que iba a tener. En tanto, empezó a consumir drogas. Uno de sus pasatiempos favoritos era ir a las inmediaciones de un pozo donde las granjas lecheras descartaban los cadáveres de las vacas y las ovejas para que su halcón atrape las ratas que se alimentaban de la carroña. Era un lugar poco frecuentado, por supuesto, así que mientras el halcón Morgan Le Fay cazaba, RFK Jr. mezclaba alcohol, ácido y drogas. A lo largo de su vida, y aunque parezca improbable, las anécdotas con los cadáveres de animales se volverían una constante.
Fue arrestado en varias ocasiones por posesión de drogas, pero su apellido lo mantuvo a salvo de condenas graves. A los quince años descubrió la heroína. Fue expulsado de dos escuelas militares, no tanto por su consumo, que era tolerado, sino por el temor a la mala prensa que traería para la institución una sobredosis de un Kennedy en sus instalaciones. Algunos de sus familiares lo acusaron de haber sido quien inició en las drogas a sus hermanos, a sus primos y a sus compañeros.
Bobby recorría el país con amigos, financiando sus viajes con dinero que le sacaba a su familia. Se alejaba de su apellido tanto como podía, viviendo como un vagabundo más. Desaparecía por meses, y solo se contactaba, cada tanto, con Billings, por lo general cuando se quedaba sin plata. Billings, que había estado enamorado de JFK, pretendía convencer a Bobby Jr. de retomar el legado de su tío y creía que la mejor manera de lograr esto era que fuera amado por su país. Un acto de valentía en combate había popularizado a JFK así que una hazaña iba a poder hacer lo mismo por el sobrino. El plan de Billings fue organizar una expedición al sur de la Amazonía peruana. RFK se tomó la idea en serio y decidió que, durante la travesía, solo se alimentaría de lo que pudiera cazar. A lo largo del viaje, sobrevivió a base de ratas y gallinas. Terminó enfermando de disentería. Las fotos generaron cierto interés y Bobby Jr. hizo otra expedición, esta vez hacia África y con motivo de un especial de TV dirigido nada menos que por Roger Ailes, quien tiempo después sería el histórico presidente de Fox News. Pero Bobby Jr. se aburrió rápido de la puesta en escena de la televisión.
De regreso, terminó estudiando Derecho en Harvard, gracias a su apellido, claro. Tenía fama de alborotador y algunos testimonios aseguran que era la persona indicada para conseguir sustancias. Por entonces consumía heroína y cocaína, al igual que su hermano David. Después de Harvard pasó un tiempo en Londres estudiando en la School of Economics. Un escuadrón de especialistas se ocupaba de velar por él y mantenerlo con vida. La prensa local los apodaba los “bobby sitters”.
Pasó unos meses acomodado en la fiscalía de Manhattan hasta que en 1983 renunció tras desaprobar el examen para ejercer como abogado. Ese mismo año, RFK Jr. se descompensó en un vuelo. El piloto hizo un aterrizaje de emergencia. Nadie quería otro Kennedy muerto. Al revisar el equipaje de Bobby Jr. encontraron heroína. A esta altura queda claro que ser un Kennedy supone una propensión a la mala fortuna cósmica, pero también garantiza cierta amabilidad por parte de la justicia. RFK Jr. se declaró culpable y recibió una probation de dos años. Mientras tanto, David fue encontrado sin vida en un motel en Palm Beach. Su tercera sobredosis había sido fatal.
Desde ese arresto, RFK Jr. asegura haberse mantenido sobrio. Fue gracias a la probation que el príncipe pudo de una vez por todas hacer las paces con su destino atávico.
Todo lo que está bien
En el tratamiento de las adicciones suele recomendarse cambiarlas por otras menos destructivas o, en el mejor de los casos, positivas. Como parte de su probation y en paralelo a la rehabilitación, RFK Jr. fue sentenciado a trabajar como voluntario en organizaciones de protección del medioambiente. En estos litigios, Bobby Jr. descubrió el valor de ser un servidor público y una manera de cumplir con los anhelos de su linaje. Después de todo, su tío John, recordaba RFK Jr., le había hablado de la importancia de los recursos naturales en la visita a la Casa Blanca. Además, admiraba a San Francisco de Asís, patrono de los animales, de los pobres, los bosques y el ecologismo (eventualmente escribiría una biografía sobre él).
Aprobó, ahora sí, el examen para ejercer como abogado y fue contratado por Riverkeeper, una ONG dedicada a la protección del río Hudson, que le costó millones a Exxon Group y otras empresas acusadas de contaminación. RFK Jr., fachero, de ojos celestes y con sonrisa Kennedy, apareció en la escena neoyorquina como un paladín incansable de la lucha ecologista. Afectado por una distonía espasmódica, un trastorno neurológico que afecta las cuerdas vocales, su voz se fue desgastando en discursos apasionados contra el glifosato, las minas de carbón, los reactores nucleares, los parques eólicos y las corporaciones que le estaban robando el futuro al país. Uno de los CEOs que se enfrentó a Kennedy lo acusó de haber demorado dos décadas el uso de las energías renovables. No se limitó a actuar en Estados Unidos: fundó Waterkeeper Alliance, una ONG dedicada a la protección de los ríos en todo el planeta y, por nombrar solo algunas de sus intervenciones, en Chile apoyó a los tehuelches para frenar la construcción de represas en el río Biobío y, más tarde, bloqueó otro proyecto en Futaleufú.
Demócrata y pro-choice, RFK Jr. era un representante de las causas justas. Escribía sobre estos temas en The New York Times y The Wall Street Journal, descollaba como recaudador de fondos en eventos a los que asistían las estrellas de Hollywood que compartían el sueño por un mundo mejor. En 1996 RFK Jr. negoció en representación de los ambientalistas para lograr el Acuerdo de la Cuenca Hidrográfica de Nueva York, un pacto para proteger el suministro y la calidad del agua de la ciudad. “El Kennedy que importa”, tituló la revista New York, y le auguró un futuro en la política. En 1999 la revista Time lo eligió como uno de los “Héroes del planeta”. Al lado suyo, su primo JFK Jr., que apostaba por la industria editorial, era apenas otro millonario frívolo. Bobby Jr. le costó millones a ExxonMobil, a Ford, a DuPont, a Texaco, a General Electric, a Monsanto, por solo mencionar a algunos gigantes que enfrentó, pero también demandó a granjeros, a municipios, a la marina y al estado federal. Además formó a cientos de abogados en la protección del medioambiente. Era lo que los españoles llaman un hombre de izquierdas: fue arrestado en una protesta contra ejercicios militares de Estados Unidos en Puerto Rico, tuvo una audiencia con Fidel Castro y apoyó la liberación de Sirhan Bishara Sirhan, condenado a cadena perpetua por el asesinato de RFK Sr. Era amigo de Bill Clinton, Al Gore escribió el prólogo de uno de sus libros y cuando Barack Obama derrotó a John McCain el nombre de RFK Jr. fue uno de los candidatos para liderar la Agencia de Protección Ambiental. Lo dieron de baja porque estimaron que los republicanos iban a usar los excesos de su pasado en su contra. Para los republicanos, además, RFK Jr. era demasiado radical…
En 2012, Larry David, co-creador de Seinfeld, le presentó a RFK Jr. a la rubia Cheryl Hines, co-protagonista de la serie Curb Your Enthusiasm. En 2014 Hines se convirtió en la tercera mujer de Bobby Jr. y se mudaron a Los Ángeles. Su perfil se elevó y comenzó a postergar su trabajo como ambientalista para enfrentarse a un nuevo enemigo: las vacunas.
Se acabó el amor
Se desconoce con certeza qué motivó a RFK Jr. a embarcarse en su cruzada antivacunas, pero existen varias teorías. Una de ellas sugiere que su trabajo en la monitorización de la contaminación del agua lo llevó a preocuparse por los niveles de mercurio en los peces, lo que podría haber influido en su escepticismo hacia los conservantes basados en mercurio en las vacunas. Otra teoría apunta a que la alergia de su hijo Connor al maní y la soja lo acercó a grupos de madres antivacunas, quienes lo introdujeron en este movimiento. Lo cierto es que RFK Jr. se obsesionó con el tema y se alineó con figuras destacadas del movimiento antivacunas, que, aunque tenía una larga tradición en Estados Unidos, había sido marginal hasta entonces. Gracias a su influencia y prestigio, se convirtió en su portavoz más visible, llevando el movimiento a una audiencia mucho más amplia y dándole una visibilidad sin precedentes. Llegó a publicar seis libros sobre el tema. Por entonces, tal era su renombre gracias a su papel como ambientalista que nada podía mancharlo. En 2005, RFK Jr. publicó un artículo en Rolling Stone y Salon.com —mediante su amistad con Jann S. Wenner, director de la primera y miembro del board de la segunda— en el que denunciaba una supuesta conspiración entre el gobierno y la industria farmacéutica para ocultar la relación entre el timerosal, un conservante de mercurio utilizado en algunas vacunas, y el autismo. Según RFK Jr., las vacunas, en especial la vacuna MMR (contra el sarampión, las paperas y la rubéola), explican el incremento de niños con autismo. En 2015 se convirtió en el presidente de la Children’s Health Defense, una ONG dedicada a concientizar sobre los peligros de la vacunación. Este nuevo rol era incompatible con su posición en las organizaciones ambientalistas que dirigía. Para evitar conflictos, se negociaron salidas discretas que no dañaran a RFK Jr. ni la reputación de las organizaciones que había ayudado a consolidar.
En 2019, un brote de sarampión en Samoa causó la muerte de más de ochenta niños. Unos meses antes, RFK Jr. y Hines habían viajado a la isla para protestar por la muerte de dos bebés que habían recibido la vacuna MMR. Durante su visita, se reunieron con grupos antivacunas locales y con el primer ministro. Sin embargo, investigaciones posteriores revelaron que las muertes de los bebés se debieron a un error en la administración de la vacuna, no a la vacuna en sí. RFK Jr. se defendió argumentando que la pobreza en la isla había facilitado la propagación del brote y aclaró que nunca había afirmado que no hubiera que vacunarse
No obstante, la indulgencia de los medios y la política con RFK Jr. recién se terminó cuando se lanzó como candidato a presidente en 2023. Algo similar a lo que sucedió con Elon Musk, que pasó de ser un genio visionario a un empresario peligroso una vez que se alejó de la línea liberal.
“No soy un monaguillo. Tuve una juventud muy, muy alborotada. Tengo tantos esqueletos en el armario que, si pudieran votar, podría postularme como el rey del mundo”, dijo RFK Jr. en un podcast en 2024 como respuesta a un perfil demoledor que publicó Vanity Fair, con testimonios lapidarios de otros Kennedy e ilustrada con una foto de Bobby Jr. comiendo lo que, según el epígrafe, era un perro asado. La nota, además de contar su aporte al brote de sarampión en Samoa, incluía el testimonio de Eliza Cooney, una pasante de Riverkeeper que también había trabajado como babysitter de los Kennedy y que acusaba a RFK Jr. de haberla abusado en 1999. RFK Jr. le pidió disculpas por mensaje de texto dos días después de la publicación de la nota. “No tengo recuerdo de este incidente, pero me disculpo sinceramente por cualquier cosa que haya hecho que te hiciera sentir incómoda o por cualquier cosa que haya dicho o hecho que te ofendiera o lastimara tus sentimientos. Nunca tuve la intención de hacerte daño. Si te lastimé, fue sin querer. Me siento muy mal por ello”, le escribió.
Hasta entonces, su vida privada había sido tratada con discreción por los medios serios, aunque la prensa sensacionalista ocasionalmente mencionaba sus affaires, una tradición familiar que RFK Jr. parecía haber heredado. Poco se había escrito sobre las revelaciones que salieron a la luz en el juicio con Mary Richardson, su segunda ex mujer y madre de cuatro de sus seis hijos. Después del divorcio, Richardson se ahorcó. Su familia, siguiendo la voluntad póstuma de la difunta, filtró el diario íntimo de RFK Jr., donde registraba, entre discursos e ideas, sus aventuras sexuales y la lucha permanente contra los “demonios de la lujuria”. Calificaba con notas del uno al diez sus encuentros, y que llegaba a encontrarse con tres amantes en un solo día. “Soy como Adán viviendo en el Edén, puedo tener todo menos la fruta, pero lo único que quiero es la fruta”, escribió. Cuando lograba pasar días sin relaciones anotaba: “¡victoria!”.
Los medios recurrieron a la biografía no autorizada de Jerry Oppenheimer, titulada RFK Jr.: Robert F. Kennedy Jr. and the Dark Side of the Dream, publicada en 2015, de donde salió gran parte de la información que comentamos hasta ahora pero también aparecieron nuevos escándalos. RFK Jr. tuvo que explicar un incidente con el cadáver de un oso que había encontrado en la ruta y había abandonado en Central Park en 2014. Debió refutar que alguna vez había comido perro en Corea (la foto de Vanity Fair era en la Patagonia, y el animal asado era un cordero, explicaba). También reveló que estaba siendo investigado por cortar y llevarse la cabeza de una ballena encallada en la playa en 2012 para decorar su casa. Había más: Olivia Nuzzi, una de las promesas del periodismo político, corresponsal en Washington de la New York Magazine, fue apartada de su cargo cuando se reveló que mantenía hacía más de un año una relación de sexting con RFK Jr., de quien había escrito un perfil durante la campaña.
Estos son apenas algunos de los titulares que protagonizó RFK Jr. desde su candidatura, pero queda el más disparatado. En una de las audiencias por el divorcio de Richardson, los abogados de RFK Jr. argumentaron que había detalles financieros y lagunas en su memoria debido a un gusano que había devorado parte de su cerebro. Los médicos en un principio creyeron que era un tumor y estuvieron a punto de operarlo hasta que descubrieron al parásito muerto.
A pesar de todo, las encuestas llegaron a darle un 15% en intención de voto, lo cual lo convirtió en el candidato independiente más popular desde Ross Perot. En un primer momento, él pretendía participar de las internas del partido demócrata, pero cuando no le dieron lugar en las primarias se lanzó como independiente. Como candidata a vice eligió a Nicole Shanahan, abogada de Silicon Valley y ex mujer de uno de los fundadores de Google. Su mayor donante fue el multimillonario Timothy Mellon, que aportó más de 25 millones de dólares a la campaña (al mismo tiempo, Mellon donó el doble de ese dinero para la campaña de Trump).
Su popularidad suponía un problema tanto para Joe Biden como para Donald Trump, a quienes podía restarles votos en una elección que, en ese momento, se consideraba reñida. ¿Pero a quién interpelaba su plataforma? El demócrata convencido iba a encontrar coincidencias en su agenda ambientalista y social, la lucha contra el racismo y la desigualdad, pero RFK Jr. era un opositor férreo de la guerra en Ucrania y proponía negociar con Rusia y dejar de apoyar a Zelensky. Aunque eso iba en contra del ideario del votante republicano, este podía simpatizar con el desprecio de RFK Jr. a las elites y el establishment de Washington DC, con consignas similares al “drain the swamp” que llevaron a Trump a la Casa Blanca, y un plan económico pro empresa, con menor gasto público e intervencionismo.
Lo puramente propio de la agenda de su candidatura era el ataque a dos grupos colosos de la economía de Estados Unidos: la industria alimentaria (Big Food) y la farmacéutica (Big Pharma), a quienes acusaba de la crisis sanitaria que vive el país. Desde las candidaturas de Bernie Sanders nadie había denunciado con tanta insistencia los negocios de esas industrias y su rol enquistado en la política, como lobbistas y como donantes, además de ser los principales anunciantes en los medios, con más de 20 mil millones de dólares gastados por año. Desde la presidencia de Clinton las farmacéuticas fueron de los principales aliados del partido demócrata y fueron quienes más aportaron para las elecciones en las que Hillary perdió con Donald Trump. De estos temas y de sus sospechas en los asesinatos de su padre y de su tío hablaba en su aparición en podcasts masivos como The Joe Rogan Experience, The Tucker Carlson Show y Lex Fridman Podcast.
Post Pandemia, el cuestionamiento de la industria farmacéutica y los negocios con el poder ganaron un nuevo interés en el público. El discurso de RFK Jr., señalaba a Anthony Fauci, director del National Institute of Allergy and Infectious Diseases (NIAID) desde 1983 y responsable de la estrategia anti COVID, como su bestia negra. Si bien RFK Jr., dejó la presidencia de CHD en 2023, moderó su discurso antivaxxer (“se necesita más investigación independiente de las farmacéuticas”), y post pandemia el rol de la vacunación entró en una crisis de credibilidad inédita. El foco de las críticas de Kennedy fue puesto en el rol de la FDA (la Administración de Alimentos y Medicamentos) bajo la gestión de Biden para acelerar la aprobación de las vacunas, los acuerdos multimillonarios de los estados con los laboratorios y los efectos colaterales que fueron apareciendo.
Los grandes medios solo le daban lugar a RFK Jr. para ridiculizarlo, seguramente era un buen generador de contenido para la economía del click. CNN se negó a sumarlo al debate presidencial en Atlanta, así que RFK Jr. hizo un livestream como si estuviera ahí y respondió las preguntas que el host le hacía a Trump y Biden. Aquel debate de CNN fue el clavo en el ataúd de la campaña de “Sleepy” Joe, que fue reemplazado por Kamala Harris.
A medida que se acercaba la fecha de la elección, los números de RFK Jr. iban bajando. El atentado que sufrió Trump en julio alertó a Kennedy, que hasta entonces se había negado a recibir protección del servicio secreto. Bobby Jr. tuvo una conversación privada con el ex presidente, que lo invitó a unir fuerzas. En un incidente confuso, uno de sus hijos grabó y filtró la comunicación. Hay quienes creen que fue una estrategia para usarlo a favor en una eventual negociación. Para agosto, RFK Jr. había bajado su candidatura y se había sumado a la campaña de Trump. Adaptó su propia versión de MAGA: MAHA (Make America Healthy Again).
Uno de nosotros
En su primera semana como presidente, Trump firmó una orden ejecutiva desclasificando las investigaciones de los asesinatos de JFK y RFK. Trump pidió que le manden como obsequio a Bobby Jr. la lapicera con la que firmó la orden.
Kennedy Jr., que fue parte del gabinete de transición, se sumó a su ex rival sin hacer cambios en su agenda política, concentrándose en cumplir con lo que ahora llamaba MAHA y, en estilo bien Trump, hacer de Estados Unidos “el país más sano del planeta”. El presidente electo, aseguró RFK Jr., no le había pedido ninguna modificación a su plan.
El triunfo de Trump y su alianza con RFK Jr. generó pánico en los directorios Big Pharma y Big Food y caídas en las acciones de las empresas. Además, el resultado de las elecciones garantizaba que su nominación como Secretario del Departamento de Salud y Servicios Sociales sea aprobada por el Congreso.
RFK Jr. suele hablar del peligro para la salud que representan los alimentos hiperprocesados (los principales responsables de la epidemia de obesidad, asegura), la fast food, el exceso de azúcar en la dieta estadounidense, el aceite extraído de semillas, del packaging engañoso de alimentos que se publicitan como saludables, de cómo el 10 % de la asistencia social se gasta en gaseosas y la “epidemia de enfermedades crónicas”. A su vez, propone retomar el consumo de comida real a precios accesibles y, para lograrlo, planea intervenir en toda la cadena de producción, desde las granjas hasta las góndolas, con el objetivo de garantizar el acceso a productos de calidad, prescindiendo de químicos y colorantes que otros países prohíben.
Uno de los ejemplos que usó fueron los cereales Froot Loops y la diferencia de sus ingredientes en Canadá. Su comentario tuvo una respuesta del New York Times. Acá abajo está el texto original.
“Kennedy ha señalado a Froot Loops como un ejemplo de un producto con demasiados ingredientes. En una entrevista con MSNBC el 6 de noviembre, cuestionó el recuento general de ingredientes: `¿Por qué tenemos Froot Loops en este país que tienen 18 o 19 ingredientes y vas a Canadá y tiene dos o tres?´ -preguntó el señor Kennedy. Se equivocó en el número de ingredientes, son más o menos iguales. Pero la versión canadiense tiene colorantes naturales elaborados con arándanos y zanahorias, mientras que el producto estadounidense contiene tinte rojo 40, amarillo 5 y azul 1, así como hidroxitolueno butilado o BHT, una sustancia química fabricada en laboratorio que se utiliza `para brindar frescura´, según la etiqueta del ingrediente”.
El fragmento fue rectificado una vez que se viralizó y se señaló la contradicción del comentario. Es apenas una muestra de la resistencia que tendrá la agenda de RFK Jr. en su intento de sanear a Big Food. La FDA tal como existe tiene los días contados. Su financiación, mediante partidas del Congreso y tarifas abonadas por los mismos sectores que debe regular ya había sido cuestionada por los demócratas. Ex empleados jerárquicos de la FDA, además, han pasado a trabajar en empresas como Johnson & Johnson, Moderna y Pfizer.
Si logra avanzar contra estos intereses, no sería exagerado llamar a Bobby Jr. un revolucionario. Su gesta cuenta con cierto apoyo interno. En De cero a uno, Peter Thiel, monje negro y accionista mayoritario de esta segunda gestión de Trump, escribió: “¿Y qué pasa con algo como la nutrición? La nutrición es importante para todo el mundo, pero no existe una licenciatura en Harvard. La mayoría de los científicos de altura se decantan por otros campos. La mayor parte de los grandes estudios se hicieron hace treinta o cuarenta años, y la mayoría tienen graves deficiencias. La pirámide de la comida que nos decía que comiéramos pocas grasas y cantidades ingentes de grano fue probablemente más un producto de la presión ejercida por el lobby Big Food que ciencia real; su principal impacto ha sido el de agravar nuestra epidemia de obesidad.” Su crítica está en línea con el MAHA de RFK Jr. Sigue Thiel: “Hay mucho que hacer en los campos de la ciencia, la medicina, la ingeniería y en todo tipo de tecnología. Estamos al alcance no sólo de los objetivos marginales establecidos en la superioridad competitiva de las disciplinas convencionales de hoy, sino de ambiciones tan grandes que incluso las mentes más audaces de la revolución científica no tienen claro si anunciarlas directamente. Podríamos curar el cáncer, la demencia y todas las enfermedades de la edad y del deterioro metabólico (…) Pero nunca descubriremos ninguno de estos secretos a menos que exijamos conocerlos y nos forcemos a nosotros mismos a mirar”. RFK Jr. puede ser la llave para reconducir la ciencia, que Thiel ha declarado como estancada hace más de cincuenta años y concentrada únicamente en la informática, y orientarla al anhelo de prolongar la vida o tratar enfermedades hasta ahora incurables. LA FDA se volcaría a la innovación e incentivaría la producción y comercialización de nuevas drogas. El research de Brian Johnson, el millonario tech que gasta dos millones de dólares por año en su cuerpo para vivir para siempre sería la versión maximalista de los anhelos transhumanistas de Thiel.
Después de todo, el mismo Bobby Jr. incurre, en menor medida, en el biohacking. Declaró haberse sometido a un protocolo antienvejecimiento, que incluye vitaminas, terapia de reemplazo de testosterona y “esteroides orgánicos”. En medio de la campaña apareció en cuero levantando pesas al aire libre con una musculatura improbable para alguien de su edad. A su vez, recientemente se lo vio tomando azul de metileno antes de un vuelo, un compuesto químico que ayudaría a combatir el jetlag, aunque no hay estudios que lo demuestren.
Mientras tanto, Elon Musk, que tiene como objetivo absoluto la colonización de Marte, tiene un aliado en RFK Jr. para avanzar con las pruebas de Neuralink, su tecnología que conecta mediante microchips cerebros y computadoras (Bobby Jr. también anunció miles de despidos apenas asumió en el cargo, a las órdenes de las iniciativas de DOGE).
Steve Bannon, uno de los estrategas políticos de Trump, está enfrentado a Musk, Thiel y la corriente alt-right que viene de Silicon Valley, pero declaró en The Wall Street Journal que considera a Bobby Jr. y su MAHA como una manera de sumar a MAGA a aquellos que Obama decepcionó y quedaron marginados social y económicamente por la pandemia.
Trump, por su parte, jamás se mostró demasiado preocupado por la vida sana, pero no dejó pasar semejante oportunidad de castigar a los medios y al establishment que no lo apoyó en 2019 haciendo sangrar a sus principales auspiciantes.
El día que ganaron las elecciones, el hijo de Donald Trump subió a sus redes sociales esta foto, que generó ruido en los fieles de MAHA.
La sonrisa de Bobby Jr. revela cierta incomodidad para cumplir con el ritual. Sabe que su nuevo jefe ama a McDonalds. A lo mejor le contó que antes, cuando el país era grande, las papas fritas se freían en grasa animal. Después de una campaña contra las grasas saturadas se empezó a usar una mezcla de aceites hidrogenados. A lo mejor le habló de los riesgos de su consumo. No importa. Lo que importa es la foto. Y recordar quién manda. Sospechamos que esa noche a Bobby Jr. lo convencieron de agrandar su combo con papas y gasesosa grande por solo 50 ctvs. más. ///// DB